¿Cómo contribuye el espacio en el proceso de aprendizaje?
La evolución del espacio educativo, ha transitado por varias etapas.
A grandes rasgos identificamos una primera etapa fundacional, la escuela tradicional, donde el modelo educativo estaba centrado en el maestro, ubicado sobre un entarimado.
Una segunda etapa que consideraban el espacio al aire libre como parte del espacio educativo entre otras. Y una tercera etapa correspondiente con la segunda mitad del siglo XX, donde la estandarización y la homogeneización fueron prioridad dejando de lado las ideas más experimentales.
Muchos de los centros educativos fueron diseñados en base a estos principios.
El modelo educativo centrado en las individualidades de los niños, adoptado hoy en día, requiere de espacios flexibles, estimulantes y personalizables que evolucionen de acuerdo con las dinámicas pedagógicas y las necesidades educativas actuales.
El diseño de los espacios puede ser clave a la hora de crear un ambiente dinámico, cálido y estimulante que potencie el aprendizaje.
Generar ambientes flexibles, para que tanto los niños como los maestros puedan vivir variedad de experiencias. Espacios reconfigurables, que puedan permitir la adaptación a las necesidades cambiantes de niños y maestros. En este punto el mobiliario tiene un papel importante, debiendo ser fácil de usar, fácil de mover y fácil de personalizar.
Los procesos de enseñanza y aprendizaje dependen del ambiente educativo. Según Loris Malaguzzi, “el ambiente es el tercer educador.” El primer educador sería el grupo de compañeros con el que se educa el niño. El segundo lo configuran todos los adultos, incluyendo en ese grupo a maestros, padres, familiares y todos los componentes de la comunidad educativa. El tercer educador son los ambientes en el que se desarrollan estas experiencias.
Con esto último queremos reflexionar sobre la pregunta ¿Qué tipo de espacios les estamos brindando?